Once días después de enterrar a su hijo, Frank J. Kerrigan recibió la llamada de un amigo. "Su hijo está vivo", le comunicaba. Frank le pidió que si se encontraba con él, que le pasase el teléfono. "Hola papá", así fue el saludo a su padre.
Los funcionarios de la oficina forense del condado Orange habían identificado erróneamente el cuerpo, una confusión que comenzó el pasado 6 de mayo cuando el cadáver de un hombre fue encontrado detrás de una tienda Verizon en Fountain Valley.
Kerrigan, de 82 años y residente en Wildomar, ha contado en una entrevista recogida por la revista Time que llamó a la oficina del forense y le comunicaron que el cadáver que habían encontrado era el de su hijo, Frank M. Kerrigan, de 57 años, que padece una enfermedad mental y que había estado viviendo en la calle. "Cuando alguien me dice que mi hijo está muerto, cuando tienen huellas dactilares, yo creo que ellos", reconoce el padre.
La hermana de Frank, Carole Meikle, fue al lugar donde supuestamente había muerto para dejar una foto de él, una vela, flores y un rosario. "Fue una situación muy difícil para mí estar en una escena así. Había sangre y mantas sucias", lamenta.
El pasado 12 de mayo, la familia celebró un funeral que costó de 20.000 dólares (más de 17.000 euros) que atrajo a cerca de 50 personas de lugares tan lejanos como Las Vegas y el estado de Washington. El hermano de Frank, John Kerrigan, fue quien dio el discurso.
Doug Easton, el abogado contratado por la familia Kerrigan, asegura que los funcionarios de la oficina forense no fueron capaces de corroborar las huellas dactilares del cadáver a través de una base de datos judicial y en su lugar, lo identificaron utilizando una antigua fotografía. El abogado ha comunicado que la familia planea demandar a la oficia forense por cometer este grave error.
Cuando la familia comunicó a las autoridades que estaba vivo, se analizaron las huellas dactilares de nuevo y el 1 de junio descubrieron que correspondían a otra persona, cuenta la hermana.
Vía Antena3
